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Este texto fue publicado en la edición 2020-21 de Voces: la revista académica de CLASHSA (Caribbean and Latin American Studies & Hispanic Studies Association of McGill University). Visite la revista para encontrar ensayos similares.
Relectura de la historia de Marcela: Visión masculina, esencia del discurso y relación con don Quijote
Juliana Castañeda
Los capítulos XI-XIV del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha tratan la historia de Marcela, una pastora joven, hermosa, rica y huérfana que vive al margen de las relaciones amorosas pese al acecho constante de los hombres. Don Quijote y Sancho Panza se enteran de ella por el revuelo que causa el suicidio de un joven estudiante llamado Grisóstomo, quien se hacía pasar por pastor para cortejar a Marcela. Este es uno de los episodios más famosos de la novela porque tiene mucho que decir acerca del amor cortés y la autonomía femenina. Naturalmente, muchos lectores han querido involucrar esta historia en el análisis feminista moderno, intentando determinar la posición de Cervantes frente a la mujer. Inés Chiappe afirma que “aunque Cervantes era un hombre y no escribió bajo unos patrones feministas declarados, se pueden discernir ciertas ideas y similitudes temáticas con el feminismo en el episodio de Marcela y Grisóstomo”. Es imperiosa la cautela en los términos que se usa al analizar las pretensiones de Cervantes para no caer en el anacronismo de declararlo a él o a su historia como feminista. Sin embargo, es común y prolífero el debate acerca de la representación femenina en la novela, la visión de Cervantes sobre la defensa de la mujer (Bravo) y el paralelo entre lo que plantea el autor y lo que analistas feministas como Simone de Beauvoir proponen (Chiappe).
Sin poder tener certeza acerca de la visión que tenía Cervantes sobre del rol que la sociedad le imponía a la mujer, sí podemos estar casi seguros de que el autor del Quijote estaba enterado de los cambios progresivos que vivía en su tiempo la mujer con relación a la literatura. Seguramente conocía los escritos de Santa Teresa de Ávila y el revuelo que habían causado. También debía tener presente el incremento en el público femenino que disfrutaba de la literatura y, por lo tanto, juzgaría su propia novela. Por este motivo, Lisa Vollendorf afirma que Cervantes debía tener presente las opiniones de las instruidas lectoras de su época al momento de escribir su novela. Entonces se vale asumir que Cervantes no hizo caso omiso de las transformaciones sociales de su época y sí dejó implantado en el Quijote algo de lo que opinaba al respecto. Escudriñar el texto para encontrar las opiniones del autor no es, sin embargo, tarea fácil, pues durante años ha despertado opiniones encontradas entre los lectores. Por ello, independientemente de lo que podemos imaginar que Cervantes haya opinado y de lo que muchos críticos constreñidos por sus propias convicciones quisieron ver en el texto, el presente trabajo tiene como objetivo hacer una relectura del episodio de Marcela y Grisóstomo, siendo leal a lo que narra la novela e intentando apartarse de las concepciones feministas y seculares que pueden constreñir nuestra lectura de la novela en el siglo XXI. El enfoque estará en la visión que los personajes masculinos tenían de Marcela, la naturaleza del propio discurso que ella ofrece y la relación entre su personaje y el de don Quijote.
Visión Masculina de Marcela
Cervantes deja claro la perspectiva machista que los personajes masculinos tienen de Marcela, la cual podemos extrapolar y entender como la visión de la sociedad sobre la mujer. Antes de conocer la historia de Marcela y Grisóstomo, la novela nos da un abre bocas de lo que viene con la canción que el pastor Antonio interpreta para don Quijote y Sancho Panza. Sus palabras están relacionadas con la historia de Marcela, pues trata de una mujer que claramente no le corresponde sus pretensiones amorosas. Lo esencial de la canción es que el hombre es consciente del rechazo de la mujer, pero decide empeñarse en su capricho y quejarse, además, del desdén femenino, argumentando que ella en secreto lo adora: “Yo sé, Olalla, que me adoras, puesto que no me lo has dicho ni aun con los ojos siquiera, mudas lenguas de amoríos” (p. 100). Procede entonces a cantar sobre el matrimonio como lo que él y su amada deben hacer naturalmente, y amenaza con volverse clérigo si no es correspondido. De esta forma, la canción funciona como presagio de lo que el lector conocerá sobre Marcela: los hombres la acosan pese a sus rechazos, es juzgada por no unirse en matrimonio con nadie y carga con la supuesta culpa de la drástica decisión que tomó uno de sus amantes por despecho.
Las páginas anteriores a la aparición de Marcela dan cuenta del profundo desprecio por la mujer que esconden los personajes masculinos bajo sus cortejos. Por eso la canción del pastor Antonio busca ser jocosa pero, siguiendo el estilo satírico de Cervantes, esconde un señalamiento contra los hombres que en vano se empeñan en conseguir el amor de una dama. Los otros cabreros y pastores también demuestran su odio implícito con la manera en que caracterizan a Marcela, “endiablada moza”, “rapaza”, “melindrosa”, “pastora homicida”, “enemiga mortal del linaje humano”, “fiero basilisco”, combinando estas declaraciones con exaltaciones de su belleza, bondad, riqueza, y honestidad. Estos juicios emitidos por los pastores son un reflejo del convencimiento de las modas literarias y prejuicios colectivos arraigados en el falogocentrísmo de la sociedad (Imperiale). La doble moral se percibe a lo largo de estos capítulos en tanto que los hombres inician la caracterización de Marcela resaltando su belleza, luego critican la actitud con sus pretendientes y terminan confesando que debe ser alabado su recato y honestidad, pues ella no le da esperanzas a ningún hombre. Ambrosio, quien pronuncia los insultos más crudos contra Marcela, confiesa que los celos de su amigo Grisóstomo no tenían fundamento y que Marcela es una mujer bondadosa. El propio suicida deja claro en su Canción Desesperada que era víctima de los celos y que deliberadamente escogió dejarse llevar por el rechazo de Marcela para quitarse la vida: “entre tormentos, nunca alcanza mi vista a ver en sombra a la esperanza, ni yo, desesperado, la procuro, antes por extremarme en mi querella, estar sin ella eternamente juro” (p. 121). La construcción idealizada que tiene Grisóstomo de Marcela se parece a la que hace don Quijote de Aldonza Lorenzo (Imperiale), aunque la del estudiante/pastor sirve para demostrar el trágico desenlace que puede ocurrir cuando choca la idealización con la realidad. De esta forma Cervantes desvela la incomodidad que sienten los hombres al confrontar su propia insensatez y expone la “conventional misogyny of [their] pastoral laments and exhibits a subversive attitude toward them” (Jehenson).
El discurso masculino en esta parte de la novela está primordialmente enfocado en la belleza y lo que implica. “Y con esa manera de condición hace más daño en esta tierra que si por ella entrara la pestilencia, porque su afabilidad y hermosura atrae los corazones de los que la tratan a servirla y a amarla” (p. 108), le cuenta el cabrero Pedro a don Quijote. Entendemos la belleza de la mujer como una maldición que le otorga atención, pero hace que los hombres se sientan con derecho de opinar sobre sus decisiones y controlar la manera en que se debe relacionar con ellos. También queda al descubierto una actitud paternalista, pues los hombres se describen a sí mismos como seres benévolos que únicamente buscan “servirla y amarla” pese a lo que ellos entienden como rebeldía e ingratitud. Este tipo de discurso parece llegar al límite de declarar a Marcela como masoquista por no aceptar lo que tantos hombres quieren para ella. Cervantes refleja de esta forma la percepción de la mujer como propiedad del hombre, quien quiere controlarla en la medida de su belleza. Marcela misma critica este afán controlador proveniente de la impotencia masculina al decir que “sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté yo obligada a amaros” (p. 125). Podemos pensar en esa reacción masculina como un mecanismo de defensa ante la amenaza que siente el poder masculino por parte de la belleza femenina que puede (des)controlar con facilidad. Por eso afirma el cabrero que “todos lo que la conocemos estamos esperando en qué ha de parar su altivez y quién ha de ser el dichoso que ha de venir a domeñar condición tan terrible y gozar de hermosura tan extremada” (108). La vida de Marcela, pues, se ha convertido en un espectáculo que mantiene a todos al tanto, como si las decisiones amorosas y personales de la mujer incumbieran a cualquier otro que no sea ella misma. Adicionalmente, estos hombres están pendientes de un desenlace castigador para la pastora, una especie de venganza que les generará gozo a ellos que se han sentido rechazados.
Vale la pena resaltar que sí existe un personaje masculino que no se alinea con la visión machista del resto. El tío de Marcela es el único hombre que ha respetado su libertad y su decisión por encima de lo que el resto de las personas opine acerca de cómo ella escoge vivir su vida. Debemos asumir que el tío acepta las decisiones de Marcela siempre y cuando ella continúe actuando con rectitud y recato, de acuerdo con la moral cristiana que incluye, entre otras cosas, mantenerse célibe fuera del matrimonio. De cualquier forma, Cervantes nos ha regalado un personaje secundario y menor que, no obstante, representa una visión más cercana a la ideal para nuestro entendimiento moderno. Es una lástima que no podamos ver más de él como familiar, hombre y clérigo, para poder contrastar su respeto con la misoginia del resto.
Esencia del discurso de Marcela
“La historia de Marcela y Grisóstomo contiene dos relatos distintos. Uno con la perspectiva masculina ... y es contada por los personajes masculinos. El otro es desde el punto de vista femenino ... que es lo dicho por Marcela de sí misma en su discurso de defensa” (Chiappe). Ya hemos visto la manera en que los hombres relatan la historia y ahora corresponde analizar la perspectiva de Marcela. En el capítulo XIV encontramos la manera en que ella reta las convenciones de género en el mundo pastoril. Primeramente, se debe tener en cuenta que la autoridad con la que la pastora habla es una anomalía para la época y para su estatus social. “Its conventions, its assumptions, and its expectations are debunked by the erudition and sophistication of Marcela's speech. She defends her cause clearly and rationally, undermining every assumption predicated of her as a pastoral character” (Mackey). Marcela se expresa en la mejor manera siguiendo la tradición occidental de la retórica clásica de Aristóteles, Cicero y Quintiliano, al igual que los manuales medievales que perpetuaban la antigua tradición de la oratoria (Mackey). La pastora hace un análisis filosófico, concluyendo que la belleza de algo no implica que sea digno de amor. Habla acerca de cuándo el amor debe ser correspondido, de la libertad de la voluntad y de que el amor no debe ser forzado. También menciona que “no todas las hermosuras enamoran”, convirtiendo su discurso en una defensa del valor de la persona más allá de lo físico, lo cual no deja de sorprender puesto que ella es vista por los demás prácticamente a través de su belleza. Marcela casi que relativiza la apariencia, diciendo que la hermosura no tiene mérito inherente por venir naturalmente sin que se escoja, y por lo tanto no se debe responsabilizar a nadie por ello. Por eso finaliza con una exaltación de las virtudes y el proceder humano: “la honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso” (p. 126). Es interesante que hasta entonces en la novela sólo habíamos sido testigos de un discurso similar desde la argumentación masculina, por parte de don Quijote.
En segundo lugar, Marcela no se limita a defenderse como cualquier reo, sino que va un paso más allá (que en realidad son muchos pasos para una mujer en el siglo XVII) al denunciar y juzgar a los hombres que la han criticado. “Marcela refuses to be silent, refuses to be blamed for Grisóstomo's suicide, and refuses to vindicate herself within the terms of the binarisms used to malign her” (Jehensen). Aunque pertenecía a una posición social inferior por ser mujer y pastora, Marcela se atreve a cuestionar la coherencia de los hombres que la atacan: “No vengo, ¡oh Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho, sino a volver por mí misma y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan” (p. 125). Aunque su rol en la sociedad no nos lleve a pensar en Marcela como alguien instruido y letrado, la manera en la que se expresa oralmente permite suponer que ha recibido la suficiente educación para dar un discurso como aquel. Probablemente la formación le vino del tío que por ser clérigo debía ser hombre estudiado y preparado. Independientemente de cómo recibió la educación requerida, podemos pensar que Marcela puede retar las imposiciones de género en la tradición pastoril por su total comprensión de los libros que transmiten estas convenciones: “Her complete knowledge of the codes of gender and romance in the pastoral tradition liberates her from the rules of romance. Extracting herself from the role of object, Marcela positions herself as a subject, as a woman appropriating a traditionally masculine narrative of independence and freedom” (Vollendorf). Esto es a lo que Yvonne Jehenson llama “Cervantes' coup de grâce”, pues permite que Marcela aparezca en el mundo de los cabreros para denunciar su función negativa, rechazando los códigos sociales y ficcionales que le han sido impuestos.
Analizar el episodio de Marcela con la óptica cultural del siglo XXI –feminista y secular– podría llevar a malinterpretaciones al buscar encajar el discurso de la pastora con lo que defiende el feminismo actual. Por ejemplo, se podría tomar a Marcela como una abanderada de la lucha en contra del matrimonio y la intromisión de la iglesia católica en la vida amorosa. Así lo defiende Chiappe al concluir que “Marcela no sólo no acepta a Grisóstomo sino que rechaza toda idea referente al matrimonio. A través de esto se aísla de la sociedad en la que vive y muestra también una crítica sutil contra la fuerte estructura socioreligiosa de la época”. Louis Imperiale también afirma que “Marcela no quiere permanecer atada a los lazos de la autoridad patriarcal reflejada en la sacrosanta institución del matrimonio.” Este no es el caso, según leemos en la novela, pues cuenta el cabrero Pedro que Marcela aún no había querido casarse ya que “por ser tan muchacha, no se sentiría hábil para poder llevar la carga del matrimonio” (p. 107). Podemos concluir que la pastora no está en contra de la institución del matrimonio per se. Al contrario, valora y entiende la seriedad del mismo y por eso se juzga aún incapacitada para adquirir un compromiso tal. Sus convicciones enseñan el poder del autoconocimiento para tomar decisiones. Marcela es sensata al medir sus capacidades para convertirse en esposa y ello la lleva a ser radical en su postura, a pesar de las concepciones y presiones culturales que la acechan. Ese mismo autoconocimiento le da los argumentos suficientes para defender con autoridad y valentía sus decisiones. Tampoco podemos leer el episodio como un ataque a la perspectiva religiosa del matrimonio pues ya hemos visto que el personaje que representa a la institución –el tío clérigo– acepta las decisiones de Marcela y ella no parece desafiar lo que él representa con su vocación. Por lo tanto, más que hacer una declaratoria en contra del matrimonio, Marcela proclama sus reflexiones acerca del amor y aclara que no se ha unido con nadie ya que se siente más a gusto viviendo en comunión con la naturaleza que con los hombres que la acechan. “El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino” afirma la pastora, lo cual nos lleva a concluir que si se le presenta el hombre a quien honestamente pueda amar, ella no rechazaría la idea de casarse. Igualmente podemos conjeturar basado en su discurso que aquel dichoso hombre debe caracterizarse tanto por su belleza física, como por cultivar virtudes y belleza interior.
Finalmente, otra discrepancia entre el inspirador discurso de Marcela y la corriente feminista predominante de nuestro tiempo está en cómo justificar el respeto hacia la mujer. A lo largo de su intervención en el funeral de Grisóstomo, Marcela resalta la importancia de la honestidad –la de ella– y lo dañino de la obstinación –la de los hombres–: “A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras ... no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito” (pp. 126-127). Sin reserva al demostrar su indignación con los comentarios de Ambrosio, cuestiona todas las acusaciones hipócritas que le han dirigido. En el proceso se enfoca en hacer una defensa de las virtudes –“¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato?” (p. 127)–, y de sus acciones –“yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a éste ni solicito a aquél; ni burlo con uno ni me entretengo con el otro” (p. 127)–. Esto es interesante pues no alega por el respeto inherente a la mujer, como sí lo hace el feminismo, sino que se basa en las virtudes que ejercita para defenderse de los juzgamientos masculinos. Así se ve reflejada en su discurso la influencia que tienen los códigos de honor de la caballería, la ética griega, y la moralidad cristiana en la novela.
Don Quijote y Marcela
Como se dijo antes, Marcela y don Quijote se parecen en que resaltan sobre el resto de los personajes por su habilidad para dar discursos que demuestran reflexión y conocimiento. Precisamente dentro de los capítulos sobre Marcela y Grisóstomo aparece un pequeño parlamento sobre la edad de oro que el caballero expresa en presencia de su escudero y los cabreros. En este, al igual que en el de Marcela, resalta la historia, la filosofía y la retórica. El narrador hace un juicio de valor al finalizar el discurso: “toda esa larga arenga (que se pudiera muy bien excusar) dijo nuestro caballero” (p. 99). Es fácil imaginar que lo mismo pensaron los hombres que escucharon a Marcela en el funeral. Nos hace pensar si la novela quiere mostrar una relación entre la locura de don Quijote y el discurso femenino de Marcela. Sabemos que era común entender a las mujeres como locas e histéricas si ellas querían sentar un precedente sobre algo que les disgustara. Por lo tanto, no es irracional pensar en que el delirio de don Quijote pueda leerse en conexión con la locura que le permite también a Marcela expresarse con fluidez en su sermón. Sin embargo, también podríamos pensar en la conexión que existe entre el caballero y Grisóstomo. Según explica Imperiale, “Grisóstomo, como don Quijote, vive el tiempo absoluto de un universo poético, que es el teatro de una historia deforme, monstruosa y delirante (puro constructo lingüístico de una mujer que “debe ser”): su apego ciego a unos modelos e ideales literarios es la única defensa y refugio último que puede oponer a las adversidades de la vida cotidiana”.
Pese a las similitudes entre el caballero y la pastora, muchos analistas de la novela han sido críticos acerca de la posición que toma don Quijote frente a la situación de Marcela. Si bien incomoda el que al final del episodio don Quijote haya decidido seguir a Marcela para protegerla cual damisela en apuros, se puede entender que la intención del caballero es defender la libertad de Marcela y librarla de los hombres que querían seguirla. No parece que su idea sea protegerla por una supuesta incompetencia o vulnerabilidad. Debemos darle el beneficio de la duda a don Quijote, pues no podemos olvidar que está atrapado en su mundo de ficción caballeresco (Vollendorf). Aunque contrastar las intenciones del personaje y lo que dejan ver sus acciones es una tarea complicada y extensa, se debe resaltar que don Quijote admite que la mujer ha hecho un buen trabajo defendiéndose. También afirma que ella no debe condescender a ninguno de los que la desean, y pide que sea honrada y estimada porque vive con honesta intención. Quizás, incluso, sea el único de los presentes capaz de entender y aceptar la alocución de Marcela.
Conclusiones
El episodio de Marcela y Grisóstomo denuncia la hipocresía social que juzga a la mujer con acentuada misoginia y enseguida se rinde a reconocer su valor y bondad. Aunque los personajes la responsabilizan del suicidio de Grisóstomo, los lectores sabemos que la culpa sólo existe en la visión machista de la sociedad que ha querido idealizar a la mujer según los cánones literarios, ignorando su autonomía y autodeterminación. La mirada acusatoria de los personajes prevalece incluso después de que Marcela presenta su memorable discurso en defensa propia basándose en análisis filosóficos y éticos del amor. Chiappe señala que “la perspectiva masculina se puede captar en la historia que es contada por hombres, empezando por el cabrero; después siguen el mejor amigo de Grisóstomo y el hidalgo Vivaldo, usando todos ellos el lenguaje masculino de un entorno pastoril, que idealiza de una forma estereotipada a la mujer, pero no como individuo libre sino como objeto y objetivo a alcanzar”. Vale la pena sumarle a esa cadena de relato masculina los diferentes narradores y traductores (todos hombres) que participan de la transmisión de la historia de don Quijote, según explica José Ángel Ascunce. De esta forma, la historia de una mujer es contada, transmitida, procesada y analizada por varios hombres. Aunque en la novela “la perspectiva masculina está consagrada a través del epitafio que Ambrosio dice que se escribirá en la losa de la tumba de Grisóstomo ... [y] de esta manera, la perspectiva masculina queda grabada en la memoria colectiva, mientras que la perspectiva femenina de Marcela se pierde con ella en el bosque para ser ignorada y olvidada” (Chiappe), Cervantes ha permitido que afuera de la novela quede resonando por generaciones la voz de Marcela en defensa de la mujer y cuestionando las normas culturales y sociales impuestas por las costumbres pastoriles.
No es detalle menor el que la manera escogida por Marcela para afirmar su libertad sea dando un discurso. Otros caminos menos trasgresores hubiera podido tomar, pero ella escoge demostrar con la forma lo que plantea de fondo: desafiando la normalidad en la que sólo los hombres instruidos podían ser escuchados con sus discursos profundos y refinados. Esto también juega a favor de Cervantes puesto que él hubiera podido poner en boca de un hombre (quizás don Quijote) el discurso en defensa de Marcela. Sin embargo, escoge darle agencia a la mujer al estilo de escritoras contemporáneas a él como Santa Teresa, lo que sigue siendo “un aspecto innovador dentro de las letras españolas con relación al antagonismo hombre/mujer: el autor otorga a la mujer el derecho de presentar su defensa a través de la parodia de un discurso retórico” (Imperiale). Jensen cita a Jane Austen en su novela Persuasión cuando dice “men have had every advantage of us in telling their own story. The pen has been in their hands. I will not allow books to prove anything.” Por ello no es desdeñable el que un hombre (Cervantes) haya permitido flanquear esa ventaja dejando que la propia mujer cuente su historia, así sea dentro de la ficción.
Del razonamiento de Marcela se puede concluir que no existe un ataque directo contra las instituciones o los ritos religiosos que validan ante la sociedad la relación amorosa de una pareja, sino que ella busca defender su buen nombre basada en su proceder virtuoso y sus preferencias sobre cómo vivir en coherencia con la esencia del amor. Las palabras de la pastora Marcela han quedado, con justa razón, grabadas en la memoria de los lectores del Quijote por propugnar la libertad de la mujer con el mejor estilo de retórica y filosofía, siendo así una adelantada para su tiempo.
*Este texto fue originalmente escrito para la clase HISP 451: Don Quixote de McGill Universiy.
Bibliografía
Ascunce, José Ángel. (2006) “Autorías y Manuscritos del “Quijote” en el “Quijote”.” RILCE: Revista de filología hispánica, vol. 23, no. 1, pp. 41-59.
Austen, J. (1818). Persuasions. Harmondsworth, Middlesex: Penguin.
Bravo, Alexia. (2014) “El impacto en los estudios feministas cervantinos del IV Centenario del Quijote, Comentarios a Cervantes.” Actas selectas del VIII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, pp. 616-625. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5203030.
Cervantes, M. (2015). Don Quijote de la Mancha (F. Rico, Ed.). Madrid: Real Academia Española.
Chiappe, Inés. (2016), “Una mujer libre en Don Quijote de la Mancha: Libertad, opresión y rebelión en la historia de Marcela y Grisóstomo - un análisis del feminismo.” (Dissertación). http://urn.kb.se/resolve?urn=urn:nbn:se:du-22475.
Imperiale, Louis. (1994) “Marcela como construcción ideológica de Grisóstomo: La dura realidad de la ficción.” Revista de Filología de la Universidad de la Laguna, vol. 13, pp. 161-177.
Jehenson, Yvonne. (1990) “The Pastoral Episode in Cervantes' Don Quijote: Marcela Once Again.” Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America, vol. 10, no. 2, pp. 15- 35. https://www.h-net.org/~cervantes/csa/articf90/jehenson.htm.
Vollendorf, Lisa. (2005) “Cervantes and His Women Readers.” Romance Quarterly, vol. 52, no. 4, pp. 312-327. DOI: 10.3200/RQTR.52.4.312-327.