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Este texto fue publicado en la edición 2021-22 de Voces: la revista académica de CLASHSA (Caribbean and Latin American Studies & Hispanic Studies Association of McGill University). Visite la revista para encontrar ensayos similares.
Gabriel García Márquez: El Periodista y el Hombre
Juliana Castañeda
Gabriel García Márquez es uno de los colombianos más reconocidos en el exterior y uno de los escritores más relevantes de la literatura universal. Su fama mundial se debe principalmente a su novela Cien Años de Soledad, pero hay muchas facetas de García Márquez que son menos conocidas por el público general. Por ejemplo, su amor por el cine que lo llevó a escribir y producir guiones originales y adaptaciones, su obra de teatro de 1988 llamada Diatriba de amor contra un hombre sentado, y su ocupación vitalicia de periodista (Martin, 143). Más allá de la magia y el realismo que contiene la obra principal del Premio Nobel colombiano y que cautiva a miles de personas alrededor del mundo, una lectura de todos los textos que escribió en sus más de cincuenta años de carrera como escritor confirmarían la versatilidad y talento que le permitieron crear obras con toques modernistas, neorrealistas, costumbristas, mágicos, periodísticos, teatrales, humorísticos, románticos y políticos. Verdaderamente García Márquez fue un hombre como pocos en Latinoamérica que pudo dominar los géneros de novela, cuento y periodismo (Martin, 144). Por lo tanto, el presente texto busca convencer al lector de que la producción periodística de García Márquez merece ser valorada tanto como su ficción, teniendo en cuenta que el propio autor no hace una separación clara entre ambas, puesto que se retroalimentan mutuamente. Después de una contextualización biográfica de García Márquez, se hace una reconstrucción de su estilo artístico usando como marco de referencia los textos agrupados en la antología El Escándalo del Siglo (2018) para resaltar el humor, la cultura popular, la fantasía/realidad, la política y la academia como ejes temáticos centrales de su producción periodística.
Nacido en la región Caribe de Colombia, García Márquez vivió en diferentes ciudades del país y del mundo durante su vida. En casi todas sus paradas se permitió escribir tanto ficción como no-ficción, pues uno de sus primeros acercamientos al arte y la labor de la escritura fue a través del periodismo y el reportaje. A lo largo de su carrera trabajaría para varios periódicos como El Heraldo, El Universal, El País, El Espectador y Prensa Latina, entre otros. Según él mismo afirmó en una entrevista, nunca dejó de ser periodista (citado por Bell-Villada, 267). En varias de sus obras narrativas hizo uso de sus conocimientos investigativos para crear novelas con reconstrucción periodística en la que “[he] stresses entertainment rather than information. Using exact times and many details of the actual events, the author creates a story that holds the interest of the reader well beyond the gathering of data” (McNerney, 137). Ejemplo de ello son Relato de un Náufrago (1970), Crónica de una Muerte Anunciada (1981) La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un Secuestro (1996) y El General en su Laberinto (1990).
Gabo era un estudiante en la Universidad Nacional poco motivado con sus estudios de Derecho y con su estadía en Bogotá cuando, sin pretensiones artísticas o literarias, leyó en el periódico El Espectador algo que lo motivaría desde entonces y por el resto de su vida. El escritor Eduardo Zalamea Borda publicó un texto afirmando que Colombia nunca había sido productora de cuentos cortos y que le gustaría ver una nueva generación que sobresaliera en el género. En respuesta a este reto, García Márquez escribiría sus primeros cuentos cortos en 1947. Con solo dieciocho años, el futuro premio Nobel tuvo dos cuentos publicados en uno de los periódicos más importantes del país en cuestión de semanas: La Tercera Resignación y La Otra Costilla de la Muerte (Martin, 12). A partir de allí y hasta 1955, Gabo publicaría en El Espectador los cuentos que componen su libro Ojos de Perro Azul (1972).
Ahí empezó también su acercamiento al periodismo. En 1948 dejó Bogotá para instalarse en Cartagena y empezó a trabajar en el periódico El Universal. Allí y en otros trabajos que tendrá a lo largo de su vida desarrolló los diferentes géneros y estilos particulares de su periodismo, desde crónicas hasta reportajes investigativos, desde comentarios políticos hasta reseñas cinematográficas. Más adelante, en El Heraldo de Barranquilla, escribiría 450 artículos, todos competentes, lúcidos, confidentes, humorísticos y autoritativos; en general eufóricos y celebratorios (Martin, 20). Al respecto de estos primeros textos, Bell-Villada afirma que “he had gotten off to an auspicious start, for the personal column is a genre of which he would produce thousands of specimens over the years and excel in masterfully throughout his life as a writer” (47). Por ello es fascinante que uno de los mejores novelistas latinoamericanos sea también uno de los más destacados periodistas de la región (Martin, 16).
Además de sus muchos roles periodísticos en diferentes publicaciones alrededor del mundo, García Márquez también puede alardear de haber dirigido y fundado en 1951 el periódico más pequeño del mundo: Comprimido. “El disparate, sin embargo, fue total. La originalidad no era sólo el tamaño del periódico (24 pulgadas) que podía caber en un bolsillo y tenía, según dos lectores, su oficina en una caja de fósforos, también estaba en los títulos cortantes y burlescos de los temas (una vez más, la herencia zabaliana), en el enfoque comprimido y lapidario de los temas, mayores o menores, y sobre todo, en el profuso e inagotable humor de su director de 24 años” (García Usta, 60). El mismo Zabala escribió en El Universal sobre Comprimido: “Estará al margen de las actividades políticas y su finalidad es, de manera exclusiva, facilitar a la opinión pública una información rápida de los acontecimientos del día, en forma amena y sencilla … sus redactores se han propuesto hacer con él un novedoso tipo de periodismo, en el que las noticias tendrán la brevedad y la elocuencia de una píldora cargada de la más interesante actualidad” (citado por García Usta, 61).
Esa es apenas una de las muestras tempranas que el escritor colombiano dio de su genialidad y creatividad. Así como de su “keen interest in getting at a truth beyond bare-boned facts, which can, of course, be used to misrepresent the truth in a larger context” (McNerney, 132). Sus obras periodísticas y de ficción también demuestran ese “healthy skepticism of too much dependence on rationality” que lo hacía hostil hacia interpretaciones extremadamente racionales del mundo (McNerney, 134). Nadie podría decirlo mejor que él mismo cuando reveló en una columna de 1982 que su “primer propósito con estas notas es que cada semana le enseñe algo a los lectores comunes y corrientes que son los que me interesan, aunque esas enseñanzas les parezcan obvias y tal vez pueriles a los sabios doctores que todo lo saben” (319). Allí también confiesa que el ejercicio de escribir semanalmente textos para periódicos y revistas es una actividad que ayudaba a no dejar de escribir entre novela y novela. “Más tarde, esa decisión artesanal se convirtió en un compromiso con los lectores, y hoy es un laberinto de espejos del cual no consigo salir” (319).
En 2018 se publicó una antología de sus textos en prensa y revistas de 1950 a 1984 editado por Cristóbal Pera bajo el título de El Escándalo del Siglo. Allí queda en evidencia la experiencia adquirida a lo largo de tantos años con su trabajo en diversos lugares del mundo para producir textos narrativos, de periodismo y de opinión, además de ficción. Estas columnas nos permiten reconstruir a Gabo, no solamente como un escritor, sino también como una persona comprometida a exaltar con humor e ingenio la cultura popular y lo fascinante de la realidad, a la par de cuestionar la política y la academia.
Desde los primeros textos que escribió el joven García Márquez queda en evidencia el talento particular que impresionó a muchos de los periodistas y escritores establecidos de la época. Ya en 1949 hubo alguien en un periódico local que le dedicó la nota del 30 de marzo para referirse a él como “el primer cuentista nacional” y anunciar que escribía “con ejemplar tenacidad, una novela de poderosa e inquietante respiración” (citado por García Usta, 30). Aunque García Márquez enfatizaba más la herencia que le quedó en forma de disciplina y práctica al escribir regularmente (Bell-Villada, 64), su trabajo como periodista también le ayudó a estar próximo a la realidad cotidiana de Colombia y a escribir claramente con una prosa accesible para el lector promedio, lo que le sería muy útil luego como narrador de ficción.
Bell-Villada afirma que “García Márquez is the poet of plebeian and street life. It is the world that he claims to know best and to deliberately have cultivated, and in truth few novelists can match the understanding, eloquence, and dignity he brings to his depictions of smugglers, street performers, prostitutes, cockfight gatherings, and other extra-official “people’s” subjects” (64). Aun así, probablemente lo que más destaca la gente del escritor colombiano es su habilidad para narrar la magia que se mezcla con lo cotidiano. Aunque debe entenderse que a pesar de lo increíble que puedan parecer las historias de García Márquez, “no hay una sola línea en ninguno de [sus] libros que no tenga su origen en un hecho real” (García Márquez, 284). La verdadera magia garciamarqueana es, por tanto, su capacidad de asombro ante la realidad. Precisamente ese es uno de los principios estéticos que une su producción periodística con la novelística.
Esa mirada curiosa que fácilmente se traduce en deslumbramiento viene de su abuela y la manera en que ella contaba historias fascinantes como si fuera parte de lo ordinario. Qué sorpresa se llevó Gabo cuando leyó La Metamorfosis y descubrió el estilo kafkiano de narrar una transformación extraordinaria como algo mundano: “when I read that I said to myself, ‘Holy shit! Nobody’d ever told me you could do this! So it can be done! Shit! That’s how my grandma used to tell stories, the wildest things with a completely natural tone of voice” (citado por Bell-Villada, 72). Más adelante, este enfoque sería reforzado por la mentoría del periodista Clemente Manuel Zabala en El Universal. Jorge García Usta cuenta que García Márquez heredó, y luego combinó con otras influencias literarias y periodísticas, la capacidad de Zabala “para acercarse al mundo con un humor singular, mediante el cual se observa el mundo como una sucesión de sorpresas o disparates, como un planeta habitado por seres extraños y excéntricos” (134).
Gabo afirmó que “un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura es el de la insuficiencia de las palabras” (282) en una columna de 1981 para El País. Procede a explicar cómo el uso de una palabra aparentemente descriptiva puede transmitir ideas de dimensiones diferentes a los lectores latinoamericanos y europeos. Uno de los ejemplos que utiliza es el uso de la palabra rio que para los nativos del viejo continente no puede producir una imagen mental mayor que la del Danubio (que tiene 2790 km), mientras que a los suramericanos recuerda al Amazonas (que tiene casi el doble de longitud y en un punto es más ancho que el mar Báltico). Su conclusión de que “sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad” (282), apoyada por el comentario de que siente una “frustración de que nunca se me ha ocurrido nada ni he podido hacer nada que sea más asombroso que la realidad” (284) es algo que ya había planteado veintisiete años antes, cuando aún no era un fenómeno literario.
En una columna de 1954 para El Espectador, haciendo referencia a la noticia de un brutal asesinato, comenta que dicha historia verdadera sería fácilmente condenada por críticos literarios “por su exageración y por no parecerse a la vida” (61), pero dado que es factual “no les quedará otro remedio que condenar a la vida por su pobre imaginación y su excesiva adicción a los convencionalismos” (61). Su comentario final de que “convendría recomendar un poco de discreción a la vida real” (62) suena como un preludio para su discurso de aceptación del premio Nobel en 1983. Allí, dirigiéndose al público europeo, intenta explicar las diferentes escalas con que se puede medir la realidad (McNerney, 155) y aprovecha para hacer un cuestionamiento político sobre cómo Europa se ha relacionado con América Latina con relación a la literatura y el control social: “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social?”
Las posiciones políticas de Gabriel García Márquez eran ampliamente conocidas, aunque él no fuera un militante consagrado ni un crítico explícitamente dedicado. Sus textos suelen contener comentarios y referencias políticas y es verdad que en varias ocasiones fue mediador de disputas por su conexión y amistad con líderes de la región. Sin ser un escritor apolítico, García Márquez nunca dejó que sus textos o su figura se redujeran a una ideología o a ciertos intereses. El éxito de Cien Años de Soledad le permitió darse el lujo de hacer con más frecuencia “periodismo de abogacía” para reportar las últimas luchas del presidente Allende en Chile, la liberación de Angola, la situación de postguerra en Vietnam, o las acciones de los sandinistas en Nicaragua, con percepción narrativa, prosa elocuente e ingenio caribeño sin miedo a ser despedido (Bell-Villada, 58). Muy al pesar de otros militantes más comprometidos con la izquierda política en América Latina, Gabo tenía otra visión sobre lo que sería su acto revolucionario: “Personalmente creo que el escritor, como tal, no tiene otra obligación revolucionaria que la de escribir bien. Su inconformidad, bajo cualquier régimen, es una condición esencial que no tiene remedio, porque un escritor conformista muy probablemente es un bandido, y con seguridad es un mal escritor” (202).
Al respecto, Gerald Martin lee la obra y la posición del nobel colombiano de la siguiente manera: “If you wrote with truth – your truth, what you felt, and the world’s truth, what you saw – and applied your literary talent with every ounce of tenacity and commitment you could muster, the result would be the only justification you would need” (147). Esto no significa que a Gabo no le interesara la política, comentar sobre ella o analizarla. Al contrario, el tema está latente en todas sus obras y se puede decir que su curiosidad al respecto tiene la raíz en la lectura de Oedipus Rex. Su reflexión sobre “la obra que más le enseñó sobre lo que es el poder” resalta el fenómeno de los delitos impunes y las arbitrariedades en las más altas esferas de una nación como una enfermedad que se extenderá por todo el cuerpo social y que representará magistralmente en El Otoño del Patriarca (1975) (Bell-Villada, 74). No obstante, Gabo logró escribir libros que no se limitan por su política extraliteraria (Martin, 147) y dominó el arte de hacer periodismo y publicar columnas de opinión que fueran más allá de la pesadez política para entregarle a sus lectores atractivas piezas reflexivas con humor y autenticidad.
En cambio, sus esfuerzos creativos como periodista estuvieron dirigidos a temáticas más cercanas a la cultura popular y alejadas -críticas, incluso- de lo académico. Sus primeros textos como periodista en mayo de 1948 tratan de lo que presenciaba a su alrededor. El primer artículo hace referencia a la situación política de la época en Colombia, que estaba bajo estado de sitio, e implícitamente critica a la case dirigente. El segundo artículo menciona la música popular llamada Vallenato que tanto le gustaba y se excusa sarcásticamente con quienes la desprecian por sobrevalorar la “alta cultura” (Martin, 19). En palabras de Bell-Villada, su obra está llena de “pop-cultural phenomena he recurrently celebrates at the expense of the frock-coat and top-hat set, the solemn academicians and stuffy priests who look down upon African-based music, the upper-class ladies who on occasion even condemn it as the work of Satan himself” (65).
A la par que celebraba la cultura popular, siendo displicente con quienes rígidamente pretendían separarla de la alta cultura, Gabo se mostraba sospechoso de la academia y rechazaba las tendencias extremadamente racionalistas. Hablando acerca de lo que es la literatura y de cómo conseguir dominar ese arte afirmó: “Actually literature is a science one has to learn, and there are 10,000 years standing behind every short story that gets written. And to know literature you need modesty and humility … Ultimately you learn literature not in the university but from reading and rereading other writers” (Bell-Villada, 71).
En una columna de 1981 para El País se burla de ciertas formas de enseñar literatura en las que se quiere analizar en exceso aquello que los autores han escrito de forma sencilla y directa. Usando ejemplos de personas conocidas y anécdotas que le han contado, Gabo cuenta cómo han querido buscar significados inexistentes en la subida al cielo de Remedios la Bella, en la tipografía usada para la portada de Cien Años de Soledad, en el símbolo del gallo en El Coronel no Tiene Quien le Escriba, e incluso en la estructura de El Otoño del Patriarca. Así, se burla de un “sistema de enseñanza que induce a decir tonterías,” impulsado por “el racionalismo oscurantista que nos inculcaron los malos profesores de literatura” y afirma que esa “manía interpretativa termina por ser a la larga una nueva forma de ficción que a veces encalla en el disparate” (267-8).
Un año antes había publicado en el mismo periódico una columna llamada “El fantasma del Premio Nobel” en la que cuestiona dicho galardón y a quienes tienen el poder de conferirlo. Primero introduce su deseo de que por fin sea premiado el argentino Jorge Luis Borges y luego procede a revelarle a los lectores las falencias que tiene el sistema alrededor del galardón. Con el rigor adquirido por su ocupación de periodista define tres secretos que hacen controvertible a la Academia Sueca, que es la encargada de conceder el Premio Nobel de Literatura. El primero es cómo se ponen de acuerdo los dieciocho miembros de la Academia, “nadie como ellos se parece tanto a la muerte”, para escoger al ganador. Esto, además, teniendo en cuenta que en ese entonces sólo había una mujer en el comité y sólo un miembro era capaz de leer en castellano. El segundo secreto se refiere a la manera en que se consiguen los dividendos del capital original dado por Alfred Nobel: “dicen las malas lenguas que el capital está invertido en las minas de oro de África del Sur y que, por consiguiente, el Premio Nobel vive de la sangre de los esclavos negros” (243). Por último, presenta el enigma sobre el criterio político que mueve a la Academia y que los ha puesto en la mira al tener que lidiar con las posturas políticas de Hitler, Churchill y dirigentes de la Unión Soviética. Este es apenas un ejemplo de la habilidad con que García Márquez mostraba su criterio y sus convicciones, siempre mezclándolo con sus habilidades narrativas y periodísticas que hacían resaltar su sentido del humor.
Nuevamente gracias la influencia del periodista costeño Zabala, García Márquez adopta un apostura relajada y humorística en sus columnas que no son ajenas a la ironía y el sarcasmo. García Usta describe al liberal Zabala como un escritor que imprimió su rigor, pasión y humor en sus textos sobre los personajes, las medidas y las ideas del conservatismo. “Sus notas sobre Laureano Gómez y otros dirigentes conservadores hacen parte del mejor periodismo político de este siglo. Y desde luego, su sentido de la burla política alcanza al propio lenguaje de la prensa conservadora” (20). De manera similar, Bell-Villada se refiere a García Márquez así: “His kind of writing — with its outrageous humor and endless irony that grow from a solid and well-rooted commonsense folk wisdom and political radicalism — seems to have emerged as a means of reaching out and becoming part of his community, and obviously he has achieved that worthy aim” (69). Este humor y compromiso con presentar un tema de manera entretenida se puede ver tanto en los personajes de sus obras de ficción y las situaciones que les suceden, como en sus comentarios propios en las columnas de opinión que suelen contener ironía y greguerías.
Según Ramón Ayala Miró, “la greguería viene a ser una asociación de ideas que unas veces nos hace pensar en la metáfora y otras en el concepto” (citado por García Usta, 145). “En ocasiones se acerca a la imagen lírica, pero lo más frecuente es la cabriola irónica, la observación irracional o caprichosa, la divertida y sutil ocurrencia provocada por cualquier detalle insignificante, ya que como dice Ramón ‘las cosas pequeñas tienen valor de cosas grandes y merecen la fijeza del escritor’” (ibid.). García Usta clasifica de manera general la manera recurrente en que García Márquez recurre a las greguerías: asociación humorística, descripción plástica arbitraria, referencia cultural arbitraria, descripción ingeniosa, metáfora innovadora, o símil inesperado. Algunos ejemplos contenidos en El Escándalo del Siglo son:
“Considérese la situación de los pobres platillos voladores, a quienes, como a los fantasmas, la humanidad les falta al respeto sin ninguna consideración por su elevada categoría de elemento interplanetario.” -Tema para un tema, El Heraldo, 1950.
“Dos que se casan estando la vida tan cara y el clima tan caliente. La hija del general Franco se casa con un caballero que será nada menos que «yernísimo» del dictador.” - Tema para un tema, El Heraldo, 1950.
“La noticia no ha merecido -al cambio actual del peso periodístico- más de dos columnas en la página de las columnas departamentales.” -Literaturismo, El Espectador, 1954.
“Esto parecerá todavía más injusto cuando se piense que los mejores escritores son los que suelen escribir menos y fumar más, y es por tanto normal que necesiten por lo menos dos años y veintinueve mil doscientos cigarrillos para escribir un libro de doscientas páginas. Lo que quiere decir en buena aritmética que nada más en lo que se fuman se gustan una suma superior a la que van a recibir por el libro.” -Desventuras de un escritor de libros, El Espectador, 1966.
“La Academia Sueca, que nunca ha hecho una aclaración pública ni respondido a ningún agravio, podría defenderse con el argumento de que no es ella, sino el Banco de Suecia, quien administra la plata. Y los bancos, como su nombre lo indica, no tienen corazón.” -El fantasma del Premio Nobel, El País, 1980.
“Lo maravilloso no es que los fríjoles se muevan porque tengan una larva dentro, sino que tengan una larva dentro para que puedan moverse.” -Algo más sobre literatura y realidad, El País, 1981.
En conclusión, Gabriel García Márquez es una figura reconocida universalmente por su literatura de ficción, y sin embargo su genio artístico también alcanza con creces el área del periodismo. A través de todos los textos de no-ficción que escribió en su larga carrera para periódicos y revistas alrededor del mundo se puede leer su personalidad y sus convicciones sobre temas como política, academia, realidad, fantasía, humor y cultura popular. Adicionalmente, su experiencia en periodismo alimentó sus habilidades narrativas y fue esencial en su formación como escritor. La combinación entre su formación periodística y su talento de narrador lo llevaron a convertirse en uno de los hombres más importantes para las letras universales. En otras palabras, “García Márquez’s works are read as fiction, but his sources are factual. The absurd and inexplicable events of his short stories and novels are ironic representations of the absurdity of life” (Pelayo, 22). Por ende, la verdadera magia de García Márquez es encontrar lo fascinante en lo ordinario y transmitirlo claramente, con su característica elocuencia y humor.
*Este texto fue originalmente escrito para la clase 'HISP 301: Hisp Lit & Cult in English 1' de McGill Universiy.
Bibliografía
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Gabriel García Márquez – Nobel Lecture. NobelPrize.org. Nobel Prize Outreach AB 2021. https://www.nobelprize.org/prizes/literature/1982/marquez/25603-gabriel-garcia-marquez-nobel-lecture-spanish.
García Márquez, Gabriel. El escándalo del siglo. Edición Cristóbal Pera. Literatura Random House, 2018.
García Usta Jorge. Cómo Aprendió a Escribir García Márquez. 1. ed., Editorial Lealon, 1995.
Martin, Gerald. The Cambridge Introduction to Gabriel García Márquez, Cambridge University Press, 2012. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/mcgill/detail.action?docID=907126 .
McNerney, Kathleen. Understanding Gabriel García Márquez. University of South Carolina Press, 1989.
Pelayo, Ruben. Gabriel Garcia Marquez: A Critical Companion, Greenwood Publishing Group, Incorporated, 2001. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/mcgill/detail.action?docID=3000510.