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Este texto fue publicado en la edición 2020-21 de Voces: la revista académica de CLASHSA (Caribbean and Latin American Studies & Hispanic Studies Association of McGill University). Visite la revista para encontrar ensayos similares.

Breve historia de la literatura femenina en México según Sara Sefchovich

Juliana Castañeda

El siglo XX fue uno de muchos cambios y acontecimientos cruciales en todo el mundo. México no fue la excepción. A lo largo del siglo cayó la dictadura de Porfirio Diaz, cientos de personas se alzaron en armas por motivos variados, hubo largos periodos de guerra civil, se consolidó un partido político que dirigiría a la nación durante décadas, florecieron nuevas generaciones de artistas que reformaron la literatura y la pintura, su economía creció y decreció en intervalos, el país se modernizó y al mismo tiempo se estancó en la pobreza y la marginación, nuevas corrientes culturales e intelectuales permearon la sociedad mexicana, la nación se cosmopolitanizó y la literatura se diversificó en cuanto a temas, autores, géneros y lenguaje. En concordancia con las transformaciones que vivía el mundo, aunque quizás con un ligero atraso temporal, en México también hubo cambios en el rol que cumplía la mujer en la sociedad. Aunque el tema es bastante extenso y se puede analizar desde diferentes perspectivas, aquí se hará un recuento parcial de la forma en que la literatura refleja dichas transiciones en México.

Hasta mediados de siglo, no existía en el canon de literatura mexicana una mención sobresaliente de escritora o poeta. Excluyendo, por supuesto, a Sor Juana Inés que en muchos aspectos es la excepción y cuyo legado es crucial para la historia de las letras hispanas y de la mujer. Así, desapercibida, estuvo la mujer en la literatura mexicana hasta prácticamente el final del siglo XX donde aparecen escritoras como Verónica Volkov, Silvia Tomasa Rivera, Kyra Galván, Coral Bracho, Carmen Boullosa, Elsa Cross, Aline Petterson, Ana Clavel, Cristina Rivera Garza y Elena Poniatowska. Las transformaciones en la sociedad y en la literatura mexicana que permitieron que estas mujeres se dedicaran a escribir se abordarán a continuación, tomando como fuente principal la serie de conferencias titulada “Mujeres que escriben”, dictada por la profesora, socióloga y escritora Sara Sefchovich en la Universidad Nacional Autónoma de México en noviembre del 2015.

Sefchovich, como buena socióloga, recalca a lo largo de sus charlas que las mujeres, al igual que cualquier ser humano, están supeditas principalmente a la cultura a la que pertenecen, el tiempo en el que viven y su posición social o económica. Por ello, el factor clave para analizar la literatura mexicana anterior al siglo XX en México es la religión católica, que forma parte importante de la construcción de la identidad mexicana. El catolicismo fue tan entrañable en esta sociedad que impidió casi por completo la aparición de mujeres que osadamente retaran las normas culturales y de género que les prohibían escribir literatura sobre temas diferentes a la religión. En el resto de América Latina surgieron obras de mujeres transgresoras que se atrevieron a escribir sobre sus preocupaciones, sentimientos y anhelos en el siglo XIX. Por ejemplo, Soledad Acosta de Samper en Colombia, Mercedes Cabello de Carbonera, Carolina Freyre de Jaimes y Adriana González Prada en Perú, y Juana Manuela Gorriti y Rosa Guerra en Argentina. El mundo estaba siendo testigo del naciente fenómeno masivo de mujeres haciendo literatura. Sin embargo, México seguía fiel a las imposiciones prohibitorias sobre la expresión de la mujer, y ellas mismas no parecían tener demasiado interés en desafiar las normas sociales. Sefchovich señala lo extraño de que, pese al hábito de lectura que tenían las mujeres mexicanas, no haya muchos ni muy buenos escritos producidos por ellas, fieles lectoras del romanticismo. Un viajero escribió que “las damas mexicanas eran ignorantes. Lo eran porque no se consideraba que una mujer pudiera recibir instrucción, así que a apenas sabían leer y escribir, y lo único que aprendían era el catecismo y los rezos, las labores domésticas, a coser y a bordar, esto último con gran mérito” (citado por Sefchovich, 2016).

Gloria Prado se pregunta sobre la escritura específica femenina, lo que significa y lo que implica. Ella afirma que la necesidad de definir el término “literatura femenina” se debe a la profunda preocupación por la “búsqueda de una expresión propia, diferenciadora de la mujer” (1990). Dicha preocupación nace luego de que por mucho tiempo se dijera que una mujer era incapaz de llegar al más alto nivel de literatura por su “excesivo sentimentalismo”. La literatura escrita por mujeres era poco diversa y no muy difícil de definir hasta mediados del siglo XX. Durante la primera mitad del siglo pasado empiezan a surgir obras escritas por mujeres en las que se continuaría la misma corriente temática que había caracterizado a la poca literatura femenina a lo largo de la historia: el amor de un hombre, la vida doméstica, los anhelos de su ser, la constante soledad, sus preocupaciones y alegrías, la familia, la religión... temas “de mujeres”. No se debe minusvalorar estos primeros pasos hacia la consolidación de una amplia literatura escrita por mujeres, pues es un reflejo de cómo perciben el mundo, una declaratoria de su experiencia. Esos pocos escritos sobre los mismos temas “de mujeres” eran ya un gran logro en aras de la autodeterminación femenina y la disrupción con el orden que les había sido impuesto. Durante siglos, los personajes femeninos, la voz femenina, fueron conceptualizados por hombres. Así que, el que algunas mujeres tuvieran el privilegio de escribir sobre lo que vivían y sentían, por muy reducido y manipulado que ello fuera, es un salto cultural que debe entenderse como un logro para la mujer y para la literatura. Los temas sobre los que escribían las mujeres, y la manera en que lo hacían, debe entenderse como un reflejo de su percepción de la vida desde su lugar en el mundo. No era posible que una mujer escribiera sobre lo que significaba estar en el frente de batalla, vivir en un periodo de liberación sexual o discutir sobre las propuestas filosóficas de Europa, pues nada de aquello hacia parte de su vida o pertenecía a su entendimiento de esta. La perspectiva sociológica es crucial para entender la individualidad en el conjunto amplio del arte. Bajo esas condiciones, México por fin se alineó con el resto de América Latina en cuanto a literatura escrita por mujeres se refiere, con escritoras como María Enriqueta Camarillo y Laura Méndez de Cuenca. Así transcurriría la literatura hasta la primera mitad del siglo, hasta que los años 60s y 70s dieran paso a otra concepción del mundo, de la literatura y de la mujer.

Las transformaciones de finales de siglo encuentran sus raíces en los acontecimientos de décadas anteriores: el ascenso del comunismo, las dos Guerras Mundiales, la crisis económica del 29 y la Guerra Fría. El mundo cambiaba junto con la sociedad, el arte y la mujer. Hubo un incremento en el número de escritoras decididas a hacer literatura, algunas continuando las mismas técnicas del pasado y otras más disruptivas. Los géneros y las temáticas persistieron con algunas transformaciones leves, pero ya era posible leer el mundo desde la mirada femenina. En México sobresalen escritoras como Elena Garro, Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández, Amparo Dávila, Inés Arredondo, María Luisa Mendoza, Julieta Campos y Elena Poniatowska. Cada una en su individualidad, hizo lo que Gloria Pardo explica como un reordenamiento: no se trataba de buscar nuevas formas de literatura, sino de presentar lo ya conocido desde la mirada de una mujer. No era un destierro o una destrucción, simplemente un reordenamiento en el que esté presente la perspectiva de quienes no habían tenido voz hasta entonces. “La tarea, la ambición, pues, son las del demiurgo, más el ordenamiento que se realiza sobre algo previamente ordenado, y que ahora será dicho de otra manera, partiendo de un distinto sentir y de una postulación diferente” (Pardo, 1990). En ese reordenamiento, se va haciendo más amplio el abanico temático en la literatura escrita por mujeres. Aralia López Gonzales afirma que “los textos literarios, como hechos sociales y fenómenos de comunicación humana, perpetúan el orden establecido o lo impugnan total o relativamente” (1990) y en el siglo XX se da el momento en que la literatura escrita por mujeres impugnara el orden establecido, introduciendo en su ejercicio creador temas como la sexualidad, el cuestionamiento de la superioridad masculina, y en general la contracultura. Una vez transgredido el silencio que le había sido impuesto durante siglos, la mujer se hizo partícipe de la literatura en los géneros y las técnicas hegemónicas para no callar más.

A medida que se acercaba más el siglo XXI hubo nuevos cambios. Tanto en la literatura escrita por mujeres como por hombres se dio una disrupción en la narrativa tradicional que durante siglos había dominado el arte escrito. Los escritores y las escritoras dejaron de entender sus obras únicamente como medios para la transmisión de información. Ahora era la misma literatura aquello que se quería decir. Estuvo en auge la metaliteratura, y las separaciones entre verso y prosa, ficción y realidad, pasado, presente y futuro, autor y personajes, se hacían cada vez más borrosas. Este salto literario es especialmente explícito en las obras de tres escritoras latinoamericanas: la chilena Diamela Eltit, la argentina Tununa Mercado y la mexicana Carmen Boullosa. Ellas dejan de lado el relato como algo ordenado, fluido, coherente y lógico. Este salto literario debe ser una de las más grandes transformaciones de toda la historia de las letras, pues rompe completamente los esquemas que desde hace siglos se habían usado para narrar.

La motivación de los exponentes de esta nueva manera de hacer literatura es que el texto sea como se nos presenta a nosotros la realidad: fragmentada, confusa, inconclusa, dinámica, fantástica y mundana. No les incomoda dejar de lado la narración lineal, organizada, clara, moralizadora, predecible, porque así no es la vida. Nuevamente es claro que este tipo de literatura, más allá de ser una estrategia estilística, es un reflejo de la realidad que perciben los autores y de los cambios por los que pasa y ha pasado la sociedad. Prado explica que la literatura es un parir de la historia con cada texto y con su propuesta innovadora o perpetuadora. “A la vez que se va narrando, se va gestando y pariendo la historia, en un proceso dificultoso y terriblemente angustiante que experimenta una mujer ... El proceso de la escritura es su propio proceso físico, fisiológico, ético, intelectual, en una palabra, vital. La historia se da a luz desde la escritura” (1990). La historia que se parió en la literatura de finales del siglo XX es única en su logos, pero también innova en la relación que impone entre el lector y la obra: reclama del lector mucha más atención y perspicacia que nunca.

Esa nueva literatura abogaba por que los cambios y los traumas se reflejaran en el lenguaje y en la estructura de una obra. Pero no era el único estilo literario en las últimas décadas del siglo. Precisamente esas fueron décadas en las que se da una gran apertura y diversidad en muchos aspectos culturales y sociales, lo que complica la tarea de clasificar o definir la literatura de ese entonces. Sara Sefchovich afirma que aquel salto literario concluyó en un salto social donde el sujeto se ha posicionado por encima de la colectividad, dando paso a una literatura “yoística.” Surge entonces una nueva temática enfocada en el individuo, no como concepto, sino como enfoque único y total en el que el mundo no es sino “la periferia de sí mismo”. La ideología característica de la sociedad de individualismo exacerbado y en la que nadie está seguro de su identidad, se convirtió en una estética que “más que introspección, se trata de lucir el yo en el espectáculo público” (Sefchovich, 2016). Así surgen novelas que muestran la desconexión con la realidad y donde queda demostrado que al sujeto contemporáneo no le llama la atención nada externo, pues lo único que le interesa es sí mismo. Este tipo de literatura es mucho más común en los hombres, pero en el caso de la escritora mexicana se puede tomar como referencia a Valeria Luiselli y Guadalupe Netell.

En las últimas décadas del siglo XX también ocurrió un movimiento que tomó por sorpresa a escritores y críticos, mujeres y hombres por igual: la literatura escrita por mujeres en México fue consumida masivamente. Este fenómeno se dio muy al pesar de los más reputados críticos literarios y poderosos de la cultura y la literatura, y fue gracias a los lectores. Ello develó la importancia de quienes leen, el papel tan importante que juegan en la literatura y cómo son fundamentales para quienes escriben. De esa manera saltaron a la fama y al éxito escritoras como Ángeles Mastretta, Laura Esquivel y Guadalupe Loaeza, independientemente de las críticas destructoras de quienes ostentan el poder sobre la academia y la cultura. Los lectores les dieron la vuelta a las expectativas de ventas, impulsando y consumiendo lo que en los altos círculos culturales se llamaba literatura ‘light’. Desde allí, y gracias al feminismo, se dio un salto ideológico que trajo a la sociedad a un momento inédito en la historia, donde es cultural, política e ideológicamente incorrecto cualquier tipo de misoginia o sexismo que desmerite la labor de una persona por el simple hecho de ser mujer.

Así pues, las últimas tres décadas del siglo XX vieron transformaciones que con impetuosidad posicionaron a la mujer en el lugar que durante siglos se le había negado, no únicamente en cuánto a la literatura. Sara Sefchovich hace un recuento por la historia de las mujeres en la literatura refiriéndose a varios “saltos”: un salto ideológico que reivindica el valor de la mujer, un salto social que reconceptualiza la individualidad, un salto literario que rompe esquemas en el arte escrito y un salto cultural donde la mujer hace literatura. Cada etapa en esa historia y el rol que cumplían las escritoras se debe a las condiciones culturales, temporales, económicas y sociales. Igualmente importante en ese proceso de autodeterminación femenina en la literatura ha sido el feminismo como fuerza transformadora de máxima relevancia para Occidente. De esa manera, tanto la corriente feminista como las transformaciones históricas en tecnología y sociedad han permitido que la mujer se instale finalmente al mismo nivel que el hombre en cuanto a escribir literatura se refiere, teniendo total libertad y autonomía para definir qué, cómo y porqué se escribe.

*Este texto fue originalmente escrito para la clase Sociología de la Literatura en la UNAM.

Bibliografía

 

[Grandes Maestros UNAM]. (2016, diciembre 27). Sara Sefchovich en Grandes Maestros. UNAM (Primera sesión 1/4) [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=WMPPDmLDmPE&t=1401s.

[Grandes Maestros UNAM]. (2016, diciembre 27). Sara Sefchovich en Grandes Maestros. UNAM (Segunda sesión 2/4) [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=6IcMR53i2a4.

[Grandes Maestros UNAM]. (2016, diciembre 27). Sara Sefchovich en Grandes Maestros. UNAM (Tercera sesión 3/4) [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=j04z-4TZqdQ.

[Grandes Maestros UNAM]. (2016, diciembre 27). Sara Sefchovich en Grandes Maestros. UNAM (Cuarta sesión 4/4) [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=TKYYvz7D4gE.

González, Aralia López. “Dos Tendencias En La Evolución De La Narrativa Contemporánea De Escritoras Mexicanas.” Mujer y Literatura Mexicana y Chicana: Culturas En Contacto 2, editado por Aralia López González et al., 1, reimpresión ed., El Colegio De Mexico, México, D.F., 1990, pp. 21–24. JSTOR, www.jstor.org/stable/j.ctvhn09nt.5.

Prado, Gloria. “La Lucha Sin Tregua En La Escritura De Algunas Mujeres.” Mujer y Literatura Mexicana y Chicana: Culturas En Contacto 2, editado por Aralia López González et al., 1, reimpresión ed., El Colegio De Mexico, México, D.F., 1990, pp. 25–30. JSTOR, www.jstor.org/stable/j.ctvhn09nt.6.