“No tengan miedo”: el papa León XIV y su llamado a una paz valiente
Por Juliana Castañeda
09 de mayo del 2025
“La pace sia con tutti voi” fueron las primeras palabras que le dirigió al mundo el cardenal Robert Francis Prevost tras convertirse en el papa León XIV. En un emotivo discurso de casi ocho minutos, el nuevo papa se dirigió a los fieles en la plaza de San Pedro, en momentos leyendo de un papel y en otros regalando palabras más espontáneas. En medio de los agradecimientos a los cardenales electores y a su querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, León XIV hizo un llamado enfático a la paz y a no tener miedo.
Contexto de un mensaje para tiempos de guerra y división
La elección de León XIV llega en un contexto marcado por las tensiones globales y regionales, donde la paz se percibe como un bien cada vez más esquivo. En su primer discurso como papa, León XIV enfatizó el saludo de Cristo resucitado: “La paz sea con ustedes. Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor, que ha dado la vida por el rebaño de Dios.” Estas palabras resuenan como un eco del último mensaje del papa Francisco durante la Pascua, cuando instó al desarme mundial y a una paz verdadera.
Un llamado a la paz, un desafío a vivir sin miedo
León XIV, haciendo referencia a “esa voz débil pero siempre valiente del Papa Francisco”, invitó a los fieles a vivir su fe con valentía: “Sin miedo, unidos y de la mano con Dios y entre nosotros vayamos adelante. Seamos discípulos de Cristo, Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz. La humanidad necesita de Él como puente para ser alcanzada por Dios, por su amor.”
Este llamado a la paz se fundamenta en las enseñanzas bíblicas de Jesús, quien se presenta resucitado a sus discípulos —que estaban encerrados y con miedo—, y les dice: “La paz con vosotros.” (Juan 20:19-21). Este acto se ve reflejado por el papa León XIV, quien, al igual que Cristo, invita a una paz que no depende de las circunstancias externas, sino de la acción interna de los creyentes: “Dios nos quiere, Dios los ama a todos y el mal no prevalecerá, estamos todos en las manos de Dios.”
Esas palabras de consuelo fueron unidas a la exhortación a caminar juntos “como Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia, buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros.” La pregunta surge: ¿Miedo de qué?
“Sin miedo”: un mensaje para creyentes… y para el papa mismo
El contexto histórico en el que vivimos está lleno de conflictos armados, tanto internos como internacionales, represión, desplazamiento, violencia, pobreza, etc. La angustia generalizada de vivir en un lugar inestable y peligroso es algo que seguramente consideraba León XIV cuando recuerda: “Soy un hijo de San Agustín, agustino, que ha dicho ‘con ustedes soy cristiano y para ustedes obispo’, y en este sentido podemos todos caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado.”
El uso de la palabra ‘patria’, en vez de términos más doctrinales y bíblicos como ‘reino’, ‘morada’ o ‘gloria’, me llama la atención. Al llevar nuestra imaginación hacia la “patria que Dios nos ha preparado”, el nuevo papa no solo hace un guiño a las enseñanzas de San Agustín, sino que invita a pensarnos más allá de nuestras limitaciones geográficas y sociales —que muchas veces generan miedo— para apuntarle a una existencia extraterrenal llena de paz, como enseña la doctrina de la Iglesia católica.
Otro tipo de miedo que pudiera estar considerando el papa es el que tienen algunos creyentes al profesar y vivir su fe en el contexto mucho más secular que se vive ahora. En países como Corea del Norte, Afganistán, China, Nigeria o Arabia Saudita, la persecución a los católicos varía entre la prohibición del culto hasta la imposición de prisión, campos de trabajo forzado o incluso la muerte. En Occidente, se vive una represión menos violenta pero también cargada de cierta hostilidad creciente. En países como Francia, Alemania o Canadá ha aumentado en los últimos años la presión para privatizar la fe, la estigmatización social y mediática, y la aprobación de políticas que chocan con la conciencia religiosa.
El lenguaje corporal del nuevo papa expresó apertura, y en varios momentos pareció que hacía un esfuerzo por contener las lágrimas. Sin poder asegurar los sentimientos que experimentaba el antes cardenal Prevost, me atrevo a suponer que, como todos sus predecesores, se sentía algo abrumado por su elección como papa. Si bien en su discurso no pidió que se orara por él, no se describió como “un sencillo y humilde obrero en la viña del Señor”, ni dijo sentir miedo al recibir el nombramiento, como lo hicieron los papas Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II, respectivamente, es apenas natural sentir nervios y miedo al ser designado líder de la Iglesia Católica. Por ello, me atrevo a decir que, además de dirigirse a los creyentes y no creyentes que escucharan sus palabras, el papa León XIV también se estaba hablando a sí mismo cuando exhortaba a perder el miedo y recordar que “estamos todos en las manos de Dios.”
Una paz desarmante
Siguiendo el enfoque del papado de Francisco, el recién nombrado papa animó a los fieles a “construir puentes con el diálogo”, a “ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, busca siempre la caridad, busca siempre ser cercana, especialmente a quienes sufren.”
La paz estuvo presente varias veces en su discurso. No solo en la primera frase, sino de manera especial cuando describe el término: “Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, una paz desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios, de Dios que nos ama a todos incondicionalmente.”
Me llamó la atención el inusual uso de los adjetivos desarmado y desarmante. El papa León XIV describe la paz ideal como una que no tiene intención de atacar, y que además tiene la capacidad de desactivar la hostilidad en otros. Un llamado interesante a pensar la paz más allá de la pausa en hostilidades. A reflexionar en la palabra como un término profundo, que requiere una intención pura y que desencadene un efecto dominó en los demás. Definitivamente una frase para meditar en estos momentos de tensión geopolítica y de división en los círculos sociales de menor escala.
Una madre que camina con nosotros
Tras hacer eco del legado del papa Francisco y enfatizar el llamado que aparece en palabras de Jesús varias veces en los evangelios —a la paz y a no tener miedo—, el nuevo papa León XIV mencionó a “la Virgen de Pompeya. Nuestra Madre María quiere siempre caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor.”
Esta referencia a la Virgen María, llamada la Madre de la Iglesia, hacia el final de su discurso en pro de la paz y el no tener miedo, me remonta a la imagen de un niño asustado que corre naturalmente a los brazos de su madre. Me recuerda también que, pese a sentirse turbada con la aparición del ángel Gabriel, como lo describe el evangelio, María muestra casi inmediatamente una disposición confiada y obediente, siendo desde entonces un modelo de valentía espiritual, como pidió el papa León XIV durante su discurso.
Un cierre en oración
Al concluir su intervención, el nuevo papa rezó en voz alta con los asistentes de la plaza de San Pedro el Ave María y procedió a dar la bendición Urbi et Orbi, como es costumbre en el nombramiento de un pontífice.