Una lectura marxista de Severance

Por Juliana Castañeda

1 de octubre de 2022

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Severance es el nombre de un nuevo thriller psicológico sobre el controversial procedimiento médico que la empresa Lumon impone a sus trabajadores para separar las memorias de su vida privada y laboral. En un intento por redefinir el balance laboral, la misteriosa compañía persiste a pesar del debate moral y ético que desencadena en los medios de comunicación y la sociedad.

Puesto que los empleados ingresan voluntariamente y, una vez se incorporan, son incapaces de saber qué sucede al interior de la empresa, los movimientos sociales y mediáticos que buscan ponerle fin a esta modalidad de trabajo no tienen éxito. Así se mantiene el estatus quo hasta que los protagonistas empiezan a descubrir irregularidades dentro y fuera de la empresa, logrando que gradualmente sus dos vidas se mezclen revelando secretos inesperados. La nueva serie de Apple TV salió en febrero del 2022 y obtuvo catorce nominaciones y dos galardones en los premios Emmy, además de una recepción muy positiva por parte de críticos y el público general.

La primera impresión de la premisa y de los episodios es un rechazo hacia las empresas poderosas y un nerviosismo por la sospecha de que los avances tecnológicos y científicos en el mundo real no están muy lejos ni muy desinteresados por alcanzar un proyecto similar.

Los villanos de Severance son los creadores de la compañía, quienes desarrollaron la tecnología necesaria para dividir la consciencia humana, y los trabajadores de alto rango, quienes mantienen los intereses de Lumon pese al descontento del resto de empleados. Menor atención se le da a la responsabilidad de los trabajadores que voluntariamente escogieron vincularse allí y acogerse al procedimiento.

Se entiende que estas personas estaban pasando por un momento complicado o confuso de su vida que los motivó a aprovechar la oportunidad de olvidarse de todo mientras estuvieran en el trabajo. Con las historias personales de los protagonistas se va generando un sentimiento de empatía en los espectadores que desvía el cuestionamiento de sus decisiones y lo redirecciona hacia el desprecio por la malvada compañía.

La noción general de este escenario ficticio recuerda la crítica que por décadas ha hecho el marxismo sobre la alienación. Marx decía que el trabajador pierde su habilidad de determinar su vida y su destino al estar privado de su derecho a pensar(se) como el director de sus propias acciones. Así les sucede a los trabajadores de Lumon que en su vida privada aceptan desconocer lo que pasa y lo que son dentro de la empresa, y en el trabajo se someten sin cuestionar a todas las rarezas de sus jefes y la filosofía corporativa.

Siguiendo con las definiciones marxistas, los empleados en la serie no solo no obtienen valor de los bienes/servicios que generan con su trabajo, sino que muchas veces ni siquiera entienden o conocen el propósito de lo que hacen. De esta forma, aunque son personas autorrealizadas, los trabajadores son redirigidos hacia las actividades que dicta la empresa (la burguesía, en términos marxistas) como dueños del poder (los medios de producción) para extraer el mayor valor posible (plusvalía) y aventajarse en la competencia industrial.

Si bien Severance ilustra maravillosamente el concepto de alienación como “el proceso por el cual las personas se vuelven ajenas al mundo en el que viven”, la serie –al igual que Marx– falla en avanzar la crítica de las lógicas industriales/corporativas/tecnológicas hacia el cuestionamiento de las decisiones y ambiciones individuales.

Marx le daría el beneficio de la duda a los trabajadores que siguen dormidos, víctimas de la manipulación de la burguesía, y a la espera de ser sacudidos por la conciencia de clase y la revolución proletaria. Severance, por su parte, decide justificar a los protagonistas dotándolos de una historia personal lastimera. Prácticamente el único intento por invertir esa justificación la pone en escena la hija de un trabajador que le reclama con furia al protagonista, preguntando si no se le había ocurrido que quizás la mejor manera de lidiar con una situación jodida en la vida no es apagarse el cerebro la mitad del tiempo.

A todos nos asusta el afán que tiene el malvado mundo corporativo por controlarnos, uniformarnos, asemejarnos cada vez más a autómatas. Pero Severance también abre la puerta a pensar un poco más en el afán que tenemos nosotros mismos por salir de nuestras vidas personales y refugiarnos en un mundo estandarizado y aparentemente inofensivo.

En último término, son los protagonistas (es decir, nosotros mismos) quienes se inscriben voluntariamente en esa lógica de no pensar, de no sentir, de no recordar. Sin necesidad de mucha imaginación, las decisiones que siempre se han tomado para lidiar con los problemas son el equivalente a este escenario ficticio. Quienes se emborrachan todos los días al salir de trabajar, o quienes toman horas extras para pasar menos tiempo en casa también están optando por separar su persona de uno de los dos entornos.

Aunque esta serie hace un trabajo fascinante de representar la crítica al sistema laboral moderno, nos corresponde a nosotros reflexionar sobre nuestros propios mecanismos de defensa o actos de contención para sobrevivir a cada entorno. Hay miles de formas menos invasivas que un procedimiento neurológico para poder lidiar con la complicada existencia laboral o personal, y es eso lo que esta serie nos podría llevar a reflexionar. De qué manera y qué tanto nos auto sedamos, intentando separar nuestras memorias, nuestros entornos, nuestros conocimientos, para hacer un trabajo o para disfrutar la vida sin remordimientos.

La razón por la que Marx y Severance pueden dialogar tan fluidamente no es porque el alemán haya sido demasiado visionario y pudiera imaginarse un escenario tan futurista o porque los creadores de la serie sean marxistas. Lo que sucede es que la historia que se narra no es premonitoriamente distópica, ni tampoco es meramente una lectura acertada de los signos de los tiempos. Más bien es un recordatorio actualizado de lo que siempre hemos sido como individuos.

La premisa es más de la misma obsesión antigua del ser humano por poder mutilar una parte de sí (de su historia), de auto engañarse, de borrarse la consciencia. Ya antes lo habíamos visto en el cine y la literatura con las fantasías de viajar en el tiempo para cambiar hechos, borrarse parcialmente la memoria, teletransportarse a otras dimensiones, o cambiar de vida con alguien más. Lo que sucede ahora, con la genialidad de Severance, es que podemos ver esa fantasía transformada en pesadilla.