Hermanos de sueños
Juliana Castañeda
mayo 2023
Hermanos, desde el principio de los tiempos, desde la época de nuestro padre Abraham, hemos aprovechado el tiempo de descanso que el mismo Dios Todo Poderoso designó para el beneficio de la humanidad, y hemos soñado.
Hemos soñado, hermanos míos, profundo y magnífico. No me refiero a “soñar,” la locución verbal que se usa como sinónimo de “anhelar,” “fantasear” o “imaginar”. Me refiero a soñar como el verbo literal que ocurre mientras no estamos despiertos y que es uno de los tantos misteriosos regalos que nos ha dado el Todo Poderoso. Aquello que tantos hombres de ciencia han intentado en vano descifrar es, igual que el mismo Dios, una gracia reservada a los hombres y mujeres de fe. Para recibir esa gracia hace falta, casi exclusivamente, dedicar tiempo a dormir. Sin embargo, esa sencilla condición es amenazada por aquellos a quienes la envidia y la codicia los corroe.
Hermanos, en algún momento difícil de precisar se desarrolló en la lengua Castellana una expresión que popularizó el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha cuando le aconseja a su fiel compañero Sancho Panza: “Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día.” Esta frase, modificada a lo largo de los siglos, alcanzó su versión moderna en el popular: “Al que madruga Dios lo ayuda.”
Pero piensen en esto: ¿quién dicta las obras de Dios? ¿No es acaso el mismo Dios y únicamente Él quien puede hablar en nombre de sus acciones? No es justo, es más, es una herejía, limitar la misericordia de Dios a quienes se despiertan temprano para rendirse ante las imposiciones del mercado neoliberal. No podemos nosotros, seres ciegos y pecadores, afirmar que la gracia de Dios alcanza únicamente a quienes sacrifican sueño por trabajo.
Hermanos, la historia del pueblo elegido nos ha demostrado que el amor de Dios se dirige hacia quienes duermen y aprovechan ese tiempo de descanso para dejarse instruir por Él, que es más sabio que todos nosotros juntos. Dios se valió de dos sueños para cumplir su Plan con Abraham y con su decendencia entera.
Primero le habló en sueños a Abimelec, rey de Gerar, para que sacara de su Harem a Sara, quien era esposa de Abraham y de quien se valdría para inaugurar milagrosamente la decendencia del pueblo de Israel. En otro sueño Dios le habló a Abraham diciendo “No temas, Abram, yo soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande” (Gen 15:1). Y le prometió que tendría un heredero, que sería el padre de muchas naciones y que habitaría la tierra prometida.
No nos olvidemos tampoco de los sueños de Samuel, Salomón y Daniel. Mucho menos de José, que durmiendo se dejó guiar por Dios y salvó a Egipto de la hambruna. Pero noten cómo los hermanos de José, llevados por la envidia, hartos de verlo dormir y soñar, lo vendieron en el desierto y les mintieron a sus padres diciendo que José había muerto.
Hermanos, eso mismo es lo que está pasando hoy. Nos están usando como un medio para conseguir dinero y nos venden al peor postor con tal de que no durmamos, ni descansemos, ni soñemos. El imperio del capitalismo nos quiere acabar rápidamente. Nos quieren mantener en un estado de cansancio extremo que nos va a llevar hasta la tumba. No más, hermanos. No más clases a las seis de la mañana, no más horarios laborales que empiezan antes de las nueve, no más jornadas que exijan madrugar.
Es necesario vivir de a pocos para disfrutar más. En vez de madrugar a producir y desgastarnos prematuramente tenemos que dedicarle tiempo a dormir y a soñar. Solo así tendremos la energía necesaria y la dirección divina para andar nuestro camino.
¡Abajo la tiranía del gallo! ¡No más a la imposición del cansancio! ¿Acaso no se dan cuenta de que si Dios nos quisiera despiertos antes que el sol nos habría dado la visión del búho? Si nos quisiera en pie trabajando en el frio de la madrugada nos habría dado la piel de la oveja. Y si nos quisiera activos en todo momento nos habría dado la energía de un delfín.
Ahora quiero contarles sobre un antiguo midrash perdido en el tiempo. Fue escrito en forma de agadá, en arameo antiguo y fue traducido al árabe por Abū ibn Ḥunayn y luego al castellano por Dominicus ibn Daud en Toledo. Este midrash explica un extracto apócrifo de la mishná que narra la historia de Beth HaMidrash el presidente del Sanedrín.
Se dice que cuando el Rabbi Abahu le preguntó por la justificación para una ley que pretendía pasar en Siria sobre el diezmo de los cultivos, Beth HaMidrash tuvo que confesar su propia ignorancia. Abahu lo reprimió por evadir en sueños a YHWH (o, en el idioma original del texto, MarYA). Beth HaMidrash había reemplazado su tiempo de descanso e instrucción por intentar hacer negociaciones antes del alba con los lideres romanos, quienes más adelante impulsaron la destrucción del Templo que había reconstruido Zorobabel.
Hermanos, tenemos el derecho a despertarnos cuando nuestros cuerpos sean elevados por la luz del sol y la cálida brisa de la mañana active en nosotros el movimiento. Que sea el canto de los pájaros y el baile de las hojas en los arboles lo que active nuestros sentidos y no la intrusión iracunda del despertador o la cantaleta insaciable de quienes nos quieren compartiendo su miseria. No permitamos que otros sean como los hermanos de José y nos vendan movidos por el odio contra nuestros sueños.
Suficientes milenios de agonía y desgaste en vano. Dios padre nos ha provisto de todo lo que necesitamos y todo lo que queremos. Solo nos pide una cosa a cambio: que descansemos y nos dejemos guiar por Él que hizo los cielos y la tierra, Él que es el dueño del tiempo y de nuestras vidas, y quien nos quiere hablar a través de la naturaleza que nos ha hecho seres de dormir y de soñar. Por eso ya no os llamo solamente hermanos. Ahora os llamo hermanos de sueños. Por lo tanto ¡soñemos juntos, soñemos todos, soñemos todo!