Seis enseñanzas de vivir una semana en silencio

Por Juliana Castañeda

6 de septiembre de 2023

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La semana pasada la viví entre las montañas y sin Internet. Como si eso no fuera suficientemente drástico, también estuve en completo silencio toda la semana. Ese no es el típico plan que escogería una persona de 22 años, ni siquiera una persona promedio de cualquier edad en pleno siglo XXI, pero es un plan que me ha cambiado la vida cada vez que lo hago.

La idea no consiste en rentar un Airbnb en el campo y pasar una semana sola allí. Creo que en ese caso sí me volvería loca. Lo que yo hice fue participar en un retiro espiritual de los Foyers de Charité, nombre que del francés traduce Hogar de Caridad. Los Foyers son casas de retiros administradas por hombres y mujeres laicos y sacerdotes, fundadas por la mística Marta Robin y el padre Georges Finet en 1936. Desde la primera casa ubicada en el pequeño pueblo francés Châteauneuf-de-Galaure se han creado otros 76 Foyers a lo largo y ancho de todo el mundo.

La semana pasada yo estuve en una de las tres casas que tienen en Colombia, la que está ubicada a unas dos horas de Bogotá, en un pueblo llamado Cogua. Es el único Foyer que conozco y al que he asistido a retiros en cuatro ocasiones diferentes desde el 2016. Sabía bien el funcionamiento de un retiro allá y por esas razones quise aprovechar para volver: durante una semana me dedico a descansar, aprender, comer y rezar, sin distracciones del mundo exterior, en contacto con la naturaleza, y sin tener que hablarle a nadie. Para alguien que vive en el corre-corre de las grandes ciudades y pasa la mayor parte del tiempo hablando con personas y escuchando música, es una experiencia tan radical como necesaria.

La gente se extraña de que voluntariamente me recluya en un retiro de silencio por una semana y me increpan con desconfianza y curiosidad sobre cómo funciona. Hay tantas cosas importantes que puedo decir sobre lo que se aprende en las charlas de formación, sobre la paz que se siente caminar entre montañas, sobre la experiencia espiritual y el encuentro con Dios, o sobre los increíbles testimonios que comparten la última noche los demás ejercitantes. Pero yo siempre le hablo a la gente sobre lo deliciosa que es la comida, lo increíble que es poder dormir sin pensar en sus responsabilidades, lo necesario que es alejarse del celular completamente, y el tiempo que me queda para sentarme frente al lago a escribir. Ahora quiero profundizar sobre las ventajas que trae uno de los aspectos fundamentales del retiro: el silencio. Me di a la tarea de anotar las seis cosas que pude vivir en este retiro gracias a que estuve en silencio por una semana.

1. Se puede pensar mejor

Quizás les ha pasado que en algún momento han tenido que interrumpir a alguien que les está hablando y pedirle silencio para pensar mejor y más rápido. O han tenido que pausar la música, apagar el televisor, o dejar de hacer lo que estuvieran haciendo para pensar de manera más consciente. Esos son ejemplos de situaciones muy particulares donde quizás hay que tomar una decisión rápido o hurgar en la memoria. Pero también funciona con los pensamientos más generales que no toman un par de segundos, sino días o meses. No nos damos cuenta, pero el ruido de la casa, la calle, el trabajo, y todo en el medio le añade una capa de interferencia a lo que da vueltas en la cabeza.

Un día normal en mi vida se siente como que me va a explotar la cabeza de tantos temas que la saturan. Ya estoy acostumbrada, porque llevo 22 años lidiando con esto, pero no deja de ser agotador la carga malabarista que es mi mente. Así que me sorprendí demasiado cuando, dos días después de empezar el retiro, noté lo ligero que se sentía mi cerebro. Me di cuenta de que ni siquiera es necesariamente el ruido de los aparatos electrónicos y el funcionamiento de la ciudad es lo que impide pensar. A veces lo que no deja fluir la mente es la voz de las demás personas, en especial cuando resultan ser pésimos consejos. También la ausencia de mi propia voz agotada por cumplir con una lista interminable de deberes ayudó a que pudiera pensar eficientemente. Sentí que en el silencio pude recordar cosas enterradas bajo el caos de pensamientos, pude reflexionar más fácilmente sobre situaciones que he tenido en la cabeza por meses y también, como no, pude discernir lo que Dios me quería decir en el retiro.

2. Se puede concentrarse bien

El mundo de hoy requiere que hagamos mil cosas al mismo tiempo, lo que en inglés se llama multitasking. Por supuesto que es una buena habilidad el avanzar varias tareas a la vez. Pero también es cierto lo que se dice de que el que hace un poco de todo no hace nada bien. Cuando se elimina todo tipo de distracciones o deberes, la capacidad del cuerpo y la mente para concentrarse en hacer una sola cosa es impresionante.

Sin mensajes de texto y notificaciones incesantes, sin llamadas de nadie, sin música ni televisión, nada de ruidos aturdidores, y sin tener que pensar en el trabajo, el estudio o el oficio de la casa, es mucho más fácil concentrarse en vivir el momento. Yo sabía bien que por fin iba a poder dedicarle tiempo sin afán a la escritura, pero me sorprendió que también disfruté el concentrarme armónicamente en lo más simple de la vida como comer o arreglarme en la mañana. Es posible caer en la tentación de decir que esas dos actividades no requieren concentración, pero la experiencia de hacerlas con calma y conscientemente es extrañamente gratificante.

3. Facilita la creatividad

En el pasado me ha funcionado bien empaparme de arte para despertar la creatividad. El nombre de mi página web y su trasfondo me llegó después de someterme a días de ver películas y escuchar música con los audífonos a todo volumen, obviamente reflexionando sobre el arte que estaba consumiendo y las decisiones estilísticas de los creadores. Ese preciso día decidí no responder llamadas telefónicas, porque sentía que no podía parar el influjo artístico para que brotara de mí algo remotamente valioso.

Pero, también es cierto que fue en los primeros retiros de silencio a los que asistí donde surgió en mí la necesidad de escribir poemas (aunque fueran muy malos) y las ideas para otros proyectos artísticos escolares. Esta vez también me di cuenta de cómo el silencio absoluto volvía a hacer que la creatividad brotara con sutileza y encanto.

4. Se aprende a disfrutar la compañía

Es común que los silencios nos hagan sentir incómodos, y más si se trata de un silencio con alguien a quien no le tenemos confianza. Existe siempre esa tentación de llenar el vacío con cualquier comentario o, más práctico, con música de fondo. No creo que vivamos en una sociedad que enseña a vivir el silencio como algo normal, mucho menos el silencio cuando hay personas presentes. No obstante, este ejercicio de compartir espacios con otros, pero en total silencio, me hace cuestionar la idea de que el silencio es incómodo.

Quizás es porque todos sabemos que no podemos hablar, entonces no existe el afán por decir algo. O quizás porque estamos enfocados en vivir una experiencia diferente y no nos interesa salirnos de nuestra propia burbuja de paz y reflexión. De cualquier forma, en un retiro de silencio sucede que ni incomoda ni emociona la presencia del otro al lado de uno. Algunas veces es indiferente y otras veces se agradece la compañía. Por supuesto que durante la semana hay muchos mementos para estar completamente solo, pero mientras estamos en las charlas, comidas, u oraciones, es interesante sentir compañía y no explotarla hablando. Simplemente existir al lado de otro que también respira calladamente. Ambos se regocijan en su silencio y no lo ven como algo que estorba.

5. Es más fácil leer a los demás

Cuando te acostumbras a ver personas y no escuchar lo que tengan para decir, se facilita mucho conocer su lenguaje corporal. Uno se da cuenta de que no necesita confirmación de que están felices o tristes, ni necesita escucharlos mentir sobre si están felices o tristes, para saber a ciencia cierta si están felices o tristes. No enfocarse en sus palabras, y no tener el ruido distractorio del mundo común, sensibiliza la percepción del otro, así como la propia. Es más fácil leer rostros y cuerpos cuando hay silencio. Los sentidos simplemente se agudizan y los detalles sobresalen inesperadamente.

6. Uno se conoce a sí mismo

No pudiendo hablar con nadie y teniendo las circunstancias precisas para la reflexión y el análisis, es inevitable terminar descubriendo verdaderamente quién es uno mismo. No queda más remedio que aburrirse o acompañarse a sí mismo, así que toda la semana es un diálogo interno profundo. Se tiene el tiempo y el espacio perfecto para estrellarse con sus pensamientos y descifrar la manera en que funciona su mente. Como se dice que cada quien habla de la fiesta como le va en el baile, pues cada quien habla del silencio como le va en compañía de sí mismo. Después de una semana sin hablar, cada uno puede concluir con certeza si es buena o mala compañía.

Personalmente descubrí (o, más bien, confirmé lo que me decían mis amigos) que soy “una ladilla.” Aún estando en completo silencio venían a mi mente todo el tiempo comentarios burlones y chistes pendejos. Muchas veces me descubrí riéndome disimuladamente por lo que observaba a mi alrededor y tenía que hacer un esfuerzo por pretender ser seria. Entendí lo que experimentan mis amigos cuando me escuchan hablar sin parar y concluí que los compadezco. Pero pienso que no se pueden quejar porque también me divertí en compañía de mí misma.